Sudáfrica y México abrieron la gran fiesta con un empate – Los locales, que la pasaron muy mal en el primer tiempo, se pusieron en ventaja en el inicio del complemento. Los de Aguirre igualaron sobre el final. A los dos les quedó la chance abierta de clasificación. Si había alguna duda sobre si la juventud en la ofensiva mexicana (Dos Santos y Vela de 21 años) podía ser un factor que ayudara a los locales, esos minutos iniciales la despejaron totalmente. Recién cerca de los 20 minutos Sudáfrica emparejó un poco. Porque Pienaar, limitado en buena parte del partido a sacar aceite de las piedras, sumó movilidad y empezó a manejar la pelota para ver si en alguna subida de Gaxa o algún chispazo de Mphela podía aparecer una chance para los locales. Pero después de un rato las llegadas mexicanas volvieron a salir como en una ráfaga de ametralladora.
El equipo de Aguirre estaba muy ajustado en la creación y generaba mucho peligro, pero claramente fallaba la terminación. Sobre todo en los pies y la cabeza del argentino nacionalizado Guillermo Franco, a quien Khune -a esa altura ya una de las figuras del partido- le tapó un mano a mano con la pelota picando al borde del área chica. Sobre el final del primer tiempo, volvió a arrimar Sudáfrica y estuvo cerca con un centro de Tshabalala que no llegó a cabecear por poco el limitado Mphela.
Como muestra de dónde veía Parreira los problemas de su equipo, para el segundo tiempo ya no salió el pobre Thwala, que había padecido las subidas de Aguilar y de todo aquel que se animara por la izquierda de la defensa. Y fue entonces que se pudo aplicar una vez más aquel viejo axioma de que los goles que no se concretan en un arco se sufren en el propio. Porque Dikgacoi aprovechó un hueco que se abrió en la defensa mexicana luego de una sucesión de toques y puso un pase exquisito para que Tshabalala fusilara al Conejo Pérez con un tiro cruzado y alto. Y así Sudáfrica, que había estado agarrotado por los nervios y cruzaba la mitad de cancha sólo esporádicamente en el primer tiempo, se puso arriba para que en el estadio la fiesta se multiplicara.
Aguirre acusó inmediatamente el golpe. Sacrificó al lateral Aguilar -¿un pase de factura por el gol?-, de muy buen primer tiempo, y puso a Guardado para aportar en el medio. La sensación que salía de la cancha era que el daño ya estaba hecho y era suficiente. El local empezó a justificar la ventaja, con jugadores que parecían haber sido tocados por una varita mágica en el entretiempo. Dikgacoi mostró criterio para manejar los ritmos en el medio, Modise se dio tiempo hasta para sorprender el ataque y Pienaar aportó lo que se esperaba de él. Alcanzó también Khune a sacarle una pelota del ángulo a Dos Santos, como para que nadie se olvidara del peso que tenía en el resultado.
La derrota parecía un castigo demasiado duro para la falta de puntería de México, aunque sea bueno recordar que este juego se define metiendo la pelota en el arco. Por eso fue un toque de justicia que Rafa Márquez -autor también del anterior gol de su selección en Mundiales, ante Argentina en 2006- aprovechara un centro pasado para marcar el 1-1 a 12 minutos del final. Así, los mexicanos rescataron un punto cuando parecía que el partido se les iba.
Sudáfrica tendría todavía una chance muy buena en el último minuto, cuando Mphela estrelló su tiro en el palo ante la salida de Pérez. Pero fue 1-1 y a la gente le alcanzó para irse contenta del estadio. El empate dejó abiertas para los dos las chances de clasificación. Por juego está claro que México mostró mucho más cuando fue dominador, aunque estuvo cerca de tener un tropezón grande. Y el local, que aportó momentos interesantes en el segundo tiempo, se quedó con un empate con gusto a poco porque la victoria parecía cerca. Regalaron, en fin, momentos entretenidos en un partido cambiante y con emociones. Pero que sólo quedará en la historia por haber abierto este Sudáfrica 2010 que ya paraliza al mundo.