Renunció el embajador de Chile por haber justificado a Pinochet – Se armó un escándalo y él pidió disculpas. Pero arreciaron los pedidos de dimisión. Al final, anoche, el presidente le aceptó la renuncia. Pocas veces los efectos irremediables de lo que cada quien hizo en el pasado reciente en Chile cobró tanta fuerza. Porque no habían transcurrido 48 horas desde que Clarín publicara una entrevista con el embajador de este país en Argentina, Miguel Otero, en donde éste defendió el golpe de Estado de 1973 y la dictadura de Pinochet al tiempo que negaba toda participación en la razzia que encabezó en la Universidad de Chile y terminó con profesores y alumnos partidarios de Salvador Allende expulsados de sus aulas, el gobierno de Sebastián Piñera anunció que le aceptaba la renuncia como embajador.
Primero fue la indignación en Chile. Los dichos de Otero, quien intentó justificarse diciendo que lo habían sacado de contexto en la entrevista, despertaron a los dirigentes de la oposición aún sumergidos en el análisis de su derrota en enero pasado después de 20 años de gobierno de la Concertación. La indignación fue escalando niveles sin control el mismo domingo. El lunes, el rechazo y la exigencia de la renuncia de Otero se escucharon al unísono desde múltiples frentes políticos y sociales.
Ayer, la difusión de la grabación de la entrevista con Clarín por Ciper convulsionó aún más el clima. Allí estaba la constatación de que no sólo no lo habían sacado de contexto, sino que las declaraciones no publicadas eran aún más graves respecto de la valoración de los efectos letales de la dictadura.
Fue entonces, y mientras el Presidente Piñera seguía de gira en el norte del país sin pronunciar palabra, cuando se conocieron en Chile los efectos de los dichos de Otero en Argentina.
El anuncio de parlamentarios de Argentina pidiéndole al gobierno de Cristina Fernández retirarle su beneplácito al embajador de Chile y otras protestas en ciernes, encendieron todas las alertas en el oficialismo.
Ya a media mañana había conciencia de que no era factible sostener al embajador sin enturbiar las relaciones con el vecino país. Menos cuando se está en medio de una negociación clave en La Haya con Perú. Y ello porque no sólo legitimar el golpe y aminorar sus efectos significa una afrenta para quienes sufrieron las consecuencias de las dictaduras que ambos países vivieron con su balances de miles de muertos, desaparecidos y torturados. Incluso para los argentinos que apoyaron o fueron cómplices de los militares, el apoyo que le dio Pinochet a Inglaterra en la guerra de Las Malvinas resulta imborrable. No digerible.
El vespertino La Segunda publicó por la tarde las declaraciones del influyente senador de la derecha Hernán Larraín: «Estamos en una situación difícil, las declaraciones objetivamente nos hacen pensar que el desempeño del embajador Otero se va a hacer difícil producto del impacto que están teniendo estas declaraciones en Argentina».
Tanto Larraín como el senador Andrés Chadwick, primo de Piñera, dieron la clave de lo que venía. El primero dijo: «Es un proceso en curso», desestimando la convocatoria al canciller al Congreso para presionar la renuncia del embajador. Chadwick fue tajante: «El (Otero) tendrá que resolver si resulta conveniente o no seguir. Y obviamente va a ser muy difícil que pueda continuar si esto afecta la eficacia de su desempeño».
Antes de las 17 el asunto se resolvió. Y si la versión oficial que difundió la cancillería al anochecer dice que se acepta la renuncia indeclinable de Otero –que se hizo efectiva en un llamado telefónico al ministro Alfredo Moreno– lo cierto es que todo fue zanjado por el propio presidente.
Sólo dos meses alcanzó a estar en Buenos Aires Miguel Otero, un antiguo político de Renovación Nacional, el mismo partido de Piñera.
Su designación fue un gesto de amistad. Lo que resta por saber es qué fue lo que más indignó al presidente. Si las loas a Pinochet o al histórico dirigente de RN Sergio Onofre Jarpa, uno de los enconados enemigos de Piñera. O el lenguaje coloquial y aristocrático con que relató sus encuentros con los presidentes de otros países del barrio como Evo Morales de Bolivia o Rafael Correa, de Ecuador.
Los cortos tres párrafos del comunicado de la Cancillería quedarán para la historia como el mensaje oficial del gobierno de Piñera para todos sus funcionarios y representantes: ya no hay impunidad para quien pretenda seguir defendiendo la dictadura y a Pinochet. Y todo por una entrevista.