Con la luz del corazón – Esta es la historia de una luchadora incansable que contra las vicisitudes de la vida supo darle un motivo a sus mañanas y su futuro. Sólo un ser humano con mucha entereza puede subir una gran montaña, caerse de ella, volverlo a intentar y conquistar nuevamente la cumbre.
Sólo un ser de gran corazón y eximio valor puede buscar la luz cuando la oscuridad es muy profunda y lograr iluminar el camino a seguir.
Sólo alguien con luz propia en el corazón puede mostrar el camino lleno de espinas y avanzar por la vida con la mirada firme y la frente bien alta.
Esta es la historia de Mónica Beatriz Barrios, no sólo una mujer. Una luchadora, un ejemplo y una manera diferente de pelear por la vida.
Ella tiene hoy 43 años, está separada y vive con dos de sus hijos, Gisela de 18 y Alexis de 17 años.
Su lugar es el corazón de Pueblo Passo. Su refugio es un simpático almacén en una esquina que le da alegría a un sector casi olvidado. La última vez que estuve por allá, sólo había un horno de barro y un pequeño kiosco casi imperceptible. Ese día, cinco años atrás, nos despedimos con un abrazo y un pan de chicharrón hecho por sus propias manos. Hoy al llegar me encontré con un coqueto negocio con cartel de madera y una leyenda que dice «Los siete hermanos». La historia dirá que de los siete hijos de Mónica, uno de ellos ya no está presente y que un trágico accidente en la mañana del 6 de octubre del 2008 se lo llevó para siempre. Pero la historia también dirá muchas otras cosas.
«Ya viene, creo que fue al cementerio.» Me dice Gisela, su hija mientras atiende en el mercado. Espero a Mónica afuera, en la vereda de tierra y admiro el esmero del cartel y de la mesita con sillas de madera que sirve para algún eventual «porroncito» o gaseosa de gente que pasa por el lugar. Un rato después llega Mónica con su hermano «Pola». «No trabajás hoy?» le digo a modo de chiste. «No. Con lo que me pasó ayer, imposible». Me contesta. «Qué te pasó?» Le retruco. «Murió mi papá. Lo enterré hoy». Me suelta y me abraza. Se me hiela la sangre. Pienso y maldigo el despiste que me puso Dios encima el día que me trajo al mundo y le largo un «Lo siento, perdoname.» «No pasa nada, vamos adentro que está mas calentito». Me suelta Mónica con un guiño de ojos tristón.
Nos sentamos, hablamos de todo y no puedo creer lo que escucho. Mónica está separada, y sus hijos son Martín de 26 años, que vive en pareja y con una bebé de tres años; David tiene 24 años en concubinato; Yanina de 22 años que tiene una hija de 10 meses y se mudó a María Susana, Ezequiel de 21 años que vive también su vida en pareja, Patricio de 20 años que falleció el 6 de octubre en un trágico accidente en ciclomotor, además de Gisela de 18 y Alexis de 17 años que siguen bajo el mismo techo.
«Estoy a full con el «Minimercado Los Siete Hermanos» desde el 25 de mayo que empecé con el trabajo y la rotisería. En una noche con los chicos nos decidimos y empezamos a hacer todo.» Me cuenta y agrega: «Yo tenía un kiosco donde todo lo que ponía se vendía, te acordás Pancho que la última vez que viniste hacíamos el pan en el horno y lo vendíamos en aquella ventanita?» Me dice y señala con el dedo hacia una vieja pared. «Después de tres años llegó el barrio Federal y se hizo todo más grande. Sigo haciendo el pan, trabajo a la noche a mano y hago bizcochos, pan común, chicharrón y otras cosas. Además Con los cursos que hice en el INTI en Buenos Aires aprendí a hacer pan dulce y roscas. En el invierno lo hago de noche, todo artesanal porque no tengo cámaras. Me acuesto a la uno de la mañana y me levanto a las cinco para prender el horno.»
Mónica es un ángel de una tremenda fortaleza que con su luz moviliza a un barrio entero. «A mí siempre me ayudan mi hija Gisela y los amigos de Patricio que no dejaron de venir nunca.» Señala y se le pianta una lágrima. El recuerdo de su hijo fallecido está presente en todo momento y también en una gran foto sobre el mostrador del negocio. «También «Buqui» Vergara me ayuda mucho con la comida. Y los chicos siempre están como cuando estaba Patricio. Sus amigos «Tota» Notta, Seba Gaitán, «Baquita» y Pablo Landriel, Matías Obrador y Ale Boggio me dan cada día una gran mano. Son mi familia junto a mis hijos y otra gente que por ahí en este momento me olvido de mencionar.»
Con tanto dolor, esta mujer, casi sola en la vida inspiró a un grupo entero y cada día les enseña como se sigue adelante. «Yo ya me había acercado a Dios con la Iglesia Evangélica. Si uno verdaderamente cree, en Dios uno encuentra todo y te va a asacar siempre adelante. Yo pude salir con ayuda de El y de mi hijo que está con él junto con mi papá ahora. Ariel y Gisela Becerra me llevaron con el Señor. Ariel muchas veces habló conmigo.» Señala y asiente con la cabeza.
Mónica con sus 43 años siente que cada amanecer tiene un sentido y que la vida continúa: «Hoy cuando me levanté me propuse tener un buen día. Mi mamá Elena tiene 68 años. Ayer falleció mi papá Pedro Elpidio Barrios a los 67 años y uno tiene que seguir. Hay pruebas que tuve que pasar. En estos nueve meses se murió mi hijo y ahora mi papá pero siempre hay que seguir. Tengo proyectos, quiero terminar mi casa, ponerle aberturas, darle más seguridad porque me han robado. Quiero seguir mejorando el comercio y el negocio. Siempre hay cosas por hacer. Mañana sueño con estar bien y tener mis hijos conmigo. No quiero deberle nada a nadie porque a mí me ayudaron mucho. La gente me dio una mano poniendo ladrillos, con créditos y fundamentalmente Dios me ayudó un montón.»
Y mañana, nuevamente Mónica volverá a estar de pie. Los panes calentitos saldrán del horno para deleitar al barrio. Y llegarán los amigos de Patricio y los vecinos se prestarán para ayudar. Porque la vida continúa y porque este ángel de cabello negro y canoso tendrá motivos enormes para seguir construyendo esta fuerte historia de vida.